Se sientan en el Sofá

jueves, 8 de noviembre de 2007

LA SIDRERIA ESCONDIDA

Caminaba con paso lento en dirección a mi coche. Las siete habían sonado en el reloj de la catedral y el cielo comenzaba a clarear inaugurando un nuevo día. La noche había resultado lenta, pesada, llena de horas que no pasaban ni rezándoles. Los valiosísimos retratos colgando de las paredes de las salas del museo se la habían pasado mirando su vigilia a través de las cámaras de seguridad, clavando sus ojos llenos de pasado en los suyos, provocándole un cansancio casi hipnótico, una pesadez de párpados angustiosa a prueba de cafeína y de conversaciones.

Las angostas y viejas calles del barrio de Santa Eulalia se componían de día a mi paso cuando de pronto la vi. En un rincón iluminado, con su cartel nuevo, recién puesto "LA SIDRERÍA ESCONDIDA". ¿Qué hacia allí una sidrería?. Es como encontrarse una barraca huertana en pleno centro de Gijón... como poco, raro.

Miré desde fuera y recordé una muy parecida que, si no recuerdo mal, estaba junto a un colegio de curas en mitad de Gijón. Recordé el pasado, los compañeros de trabajo riendo con la sidra cayendo por las comisuras de sus labios, el sabroso pixin, el pulpo con patatas... Y de pronto , al ver en mi ciudad el prototipo de otra de tremendos recuerdos para mi, me reconcilié con aquella parte de mi pasado. Olvidé los número y mas números sumados en interminables filas, las hirientes palabras que no lo son menos por tener acento asturiano, la ruina, el desaliento, las puertas de la muerte...

Y decidí que tú, con tus caricias a mi corazón, con tu cariño diario, tozudo, lleno de complicidades, de amistad verdadera, has conseguido esa reconciliación.

Y llegando a mi casa te eché de menos. Bajo tus ramas encontré abrigo... Y cordura.

1 comentario:

Gaby Gaby dijo...

Recordar es vivir...
Saludos!!! :)