Marta no quiso llegar tarde a casa. Faltaban dos días para Noche vieja y cuando dieron las dos de la madrugada, cogió su coche y marchó a casa. Ya estaba bien de fiestas y si quería aguantar la última noche debía pensar en descansar.
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Encontró un hueco para aparcar cerca de casa, se estremeció un poquito por el frío de la madrugada y sus tacones se oyeron por la silenciosa avenida dirigiéndose a su edificio, un antiguo inmueble de primeros de los sesenta que, aunque había conocido tiempos mejores, aún resaltaba en la ahora céntrica calle.
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En principio no recabó su atención, pero a unos cien metros la vio. Una persona en la portería de su casa a esas horas no era extraño. Pero que la chica que veía a lo lejos fuera vestida exactamente igual que ella, que llevara su mismo peinado, comenzó a parecerle raro. De pronto la figura de la portería se volvió y Marta pudo verse a si misma, como en un espejo, mirándola (¿mirándose?) fijamente y haciendo gestos ostensivos a Marta de que no se acercara al portal.
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Se asustó... Se asustó mucho, le reconoció a Víctor cuando se lo contó. Se asustó tanto que volvió a su coche y salió huyendo de allí.
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- No sabía dónde ir - le confesó a Víctor mientras la taza de tila temblaba entre sus manos - y he pensado en ti, que me darías asilo por una noche. Creo que me he vuelto loca.
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Al día siguiente Víctor la acompañó a su casa. No quería ir sola. Tenia miedo. le enseñó a su amigo el sitio dónde había tenido "la visión" y le invitó a subir a casa a tomar un café, y así quedarse más tranquila.
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Abrieron la puerta de la vivienda y juntos recorrieron las estancias una a una. Todo parecía estar normal, todo en su sitio, todo donde lo dejó. Hasta que llegaron al dormitorio de Marta. La cara de los dos cambió, enmudeciendo por la sorpresa. Allí, encima de la cama de Marta estaba la pesada y antigua lámpara que antes colgaba del techo de la habitación. Los dos comprendieron que si Marta hubiera dormido allí, la lámpara le hubiera caído encima durante la noche, aplastándola.
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Quizás su otro yo, o su proyección, o ella misma, o su Ángel de la Guarda con su cuerpo... Marta no sabía que había sido, salvo que ella misma le había salvado la vida, la había apartado del peligro. Celebró la mejor Noche vieja de su vida... consigo misma.
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STEVE
7 comentarios:
Vaya…. Que buen relato. hoy me dará miedo entrar sola a casa….
Mira si encuentro a La otra Lucia….
Y Jaime, mi vecino no esta
Así que si muero…
Volveré para desearte
FUELIZ ¡!!! 2009
¡!!!QUE SEAS MUY FELIZ!!!
En este nuevo año.
Un beso grande.
No me cuentes esto... que ahora me da miedo dormir no vaya a ser que se caiga la lámpara... ainsss pero bueno me ha gustado la historia (soy un poco miedosa... ya ves jajaja)
Un beso
Es un relato alucinante....Podría pasar, todo es posible y eso lo sabemos.
Feliz 2009 y ya son 8
Besos.
Pilar.
Amigo Steve, me sorprendes, te sé amigo desconocido y amigo silencioso y me sorprende, casi podría decirte que como este relato que nos escribes, hay un otro yo en la red, una pequeña proyección de un sentir muy semejante que está ahí, presente y silencioso.
Maravilloso silencio Steve, un abrazo hacia ese lugar de la Melancolía que me parece a mi que deberías añadirle también la alegría que sabes dar.
Feliz año, que siga sintiéndote como hasta ahora, cercano y ahí, siempre ahí.
Besos amigo.
María
Pase a desearte
Una feliz entrada de año
Y que 2009 te traiga todo lo que desees
Un beso grande.
Brindare por tu felicidad!!
Y por todo lo que dar con tu presencia.
Lucia.
Que historia mas bonita, aunque, como dicen por aqui, no me llega la ropa al cuerpo.
Felicidades y Feliz año, que ya queda poquito.
Me encantan este tipo de relatos :)
Besos y Feliz Año (casi me olvido de felicitarte y :D)
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