Se sientan en el Sofá

viernes, 20 de junio de 2008

EL PERFUME

Era un día de primeros de septiembre. La brisa que la noche y el mar intentaban llevar a la ciudad no podía con el calor que el verano, en su final, conseguía alcanzar, sudando cuerpos y almas y empapándolos de Mediterraneo.
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Ella venía dispuesta a despedirse. Tenía que elegir y su corazón ya lo había hecho. Diez minutos eternos, un par de besos y una caricia en la mano. Diez minutos bastaron para cerrar la intensidad que llegó a sentir en las largas veladas en la distancia. Palabras susurradas que en diez minutos perdieron su sentido, su magia.
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- Se me olvidaba. Te he traído esto - dijo ella mientras le entregaba un paquete envuelto en plástico de obstinadas y adictivas burbujas de aire.
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El le dio las gracias mientras la veía alejarse con su vestido negro, perdiendo su imagen en la noche. Se quedó un rato contándole al mar su tristeza. Ella se iba... y para siempre.
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Volvió a casa a seguir su vida. Destapó el paquete y comprobó el regalo. Un frasquito de perfume. Un aroma que, desde ese instante, siempre le recordaría a ella, a sus ojos grandes, a su caminar de altos tacones, a su despedida, al mar...
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Pasaron los instantes y se convirtieron en meses. La herida cicatrizaba lentamente. Todos los días abría el armarito del baño y se ponía unas gotas del perfume que ella le regaló. Un año siguió a otro y el seguía usando el perfume... nunca se acababa. Cada vez que las gotas del perfume mojaban su cuello, él recordaba su mirada, su voz, su vestido negro...
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Un día el destino les deparó la sorpresa de volverse a ver. Se miraron en silencio y ella le dijo con una sonrisa en los labios...
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- Veo que aún usas el perfume que te regalé.
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- Es extraño - le dijo él - es la misma botella. Desde que te fuiste la uso, y no se acaba nunca.
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- ¿Y eso te extraña? El perfume que has estado usando todos los días está hecho con el amor que un día sentí por ti, con el cariño que te tuve, con los besos y las palabras que te dediqué, con la amistad que un día tuvimos. Mientras guarde todo esto en mi corazón, el perfume no se acabará nunca. Mientras tu lo uses y me recuerdes, la botella estará siempre llena.
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Todos los días abría el armarito del baño y se ponía unas gotas del perfume que ella le regaló. Sonreía y, besando la botella, le daba los buenos días.
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STEVE

6 comentarios:

Camille Stein dijo...

excelente relato... un frasco de perfume que persiste tanto como el recuerdo de la amada

puro aroma del corazón

un abrazo

:)

Akane dijo...

Claro que puedes ponerlo, cuando quieras!! ;)
A q es gracioso? jeje...
Muchos se sentirán identificados tb... xD

Cuando tenga tiempo también pasaré a visitarte...
Q ahora estoy en exámenes.
Un besito! y muchas gracias!!

Fabi dijo...

Steve, que bonito cuento... y si por a caso es verdadero y nos lo cuentas aun es mas bello!!!
El olor de un perfume trae de verdad mucho recuerdos...
Un abrazo romano y sereno fin de semana...

Anónimo dijo...

Bonito escrito pero me deja el sinsabor de la separación aún amándose.

Mi infinita gratitud contigo por ese acompañamiento por el renacer espiritual y la partida terrenal de mi padre.
¡Nos abrazamos!

lapaula dijo...

A mi me parece absolutamente perverso el condenarse a vivir en el recuerdo, pero es esa vena romántica y (en mi opinión) un tanto masoquista que llena a menudo tus escritos... ayyyy chiquillo esa sensibilidad tuya tan especial.
:)

Gaby Gaby dijo...

Si así se mantuvieran los recuerdos entre enamorados...