Pues si. Hoy vengo a fardar. Hoy vengo todo orgulloso por que me han premiado un relato. No, tranquilos, es un premio pequeñito, insignificante, de esos "de pueblo", pero no puedo evitar estar muy contento. Es un relato que escribí aquí en Febrero del año pasado. Y ahora parece que existen seis personas a las que la vida les ha robado el gusto y han sido jurado de este premio... La vida, ya sabéis. Así que hoy quiero dejar los problemas a un lado y disfrutar un poquito de esto... y de paso, con esa excusa, repetir el post y tenerlo hecho, jejejejeje. Así que aquí os lo dejo. Para que veáis lo injusta que es la vida dándole un premio a este relato... Bueno, a mi me gusta. Gracias por vuestro tiempo.
LA BOYA
Hace tiempo que Steve lo veía durante el paseo que todas las tardes se obligaba a dar por el muelle del oeste. Todos los días, sin excepción, en el viejo pantalán. Sentado, la caña de pescar largada con la boya flotando y meciéndose lentamente a un lado y a otro al ritmo de las tranquilas olas, en un baile de irregulares vaivenes que hacía fijar los ojos, siguiéndola inevitablemente, cayendo en su hechizo hipnótico, místico, al que dedicaba cada día la hora de descanso de su paseo, una hora todos los días viéndole pescar.
A intervalos regulares, el hombre metía un cacillo en el cubo que tenía a su derecha y arrojaba al mar una mezcla maloliente de pescado y pan.
-“Para cebar a los peces, para atraerlos - pensó Steve – y así poder pescar mas”
Pero el hombre nunca pescaba nada. Por más que Steve esperara jamás vio picar un solo pez en la caña del hombre. Una tarde optó por acercarse más. Bajó al pantalán y saludó al hombre con aire educado, cortes. Le devolvió el saludo entre una afable sonrisa y un movimiento campechano de su brazo izquierdo que sujetaba un cigarro. Poco a poco, tarde a tarde, la conversación y la confianza entre los dos hombres aumentó, por lo que Steve reunió la valentía necesaria para preguntar:
-“Oye, Paco – ese resultó ser su nombre – Quisiera preguntarte algo… Tu nunca pescas nada y sin embargo vienes todas las tardes… ¿No te cansas?”
- “¿Yo? ¿Quién te ha dicho que vengo a pescar? Vengo todos los días a ver la puesta de sol tan hermosa de este lugar. Mientras espero, alimento a los peces con lo que traigo en el cubo. Mira – dijo sacando el anzuelo del mar – ni siquiera llevo cebo”
- “Entonces… ¿para que traes la caña?”
- “Para disimular… si me viera la gente todos los días sentado aquí y dando de comer a los peces, me tomarían por loco y me enviarían a un asilo”
Desde aquel día se puede ver a los dos amigos todos los días, sin excepción, siempre a la misma hora, en el viejo pantalán, Sentados, las cañas de pescar largadas. A intervalos regulares, o bien Paco o bien Steve, meten un cacillo en el cubo que hay entre los dos y arrojan al mar una mezcla maloliente de pescado y pan.A cambio la Naturaleza les ofrece el espectáculo inigualable de una preciosa puesta de sol. Un baile eterno entre el mar y el sol. Una sinfonía de colores, de luces y sombras, de paz y tranquilidad…
STEVE
4 comentarios:
FELICIDADES STEVE!!!
Me has transportado, soy una súperfanática de los atardeceres, me ha encantado este relato, me gustaría estar una tarde, ahí junta a Paco y Steve, dando de comer a los peces, disfrutando el terminar de un día y el inicio de una noche, de seguro una de las mejores.
Vuelan desde Tijuana, Un abrazo fuerte Steve, un abrazo de fiesta de mil colores y muchos besos para tí.
Precioso relato.. Enhorabuena! Que daría yo por compartir esas tardes de pesca y viendo esa puesta de sol. Un beso a Paco y otro a Steve.
Anda, no seas modesto, es un relato precioso. Felicidades, un preimo muy bien merecido.
besos.
Este texto ya me encantó en su momento... felicidades por el premio!!!:)
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