HISTORIA DE UN SOFÁ

Los del guarda muebles ya estaban terminando cuando notó que una tristeza infinita flotaba en la casi vacía habitación.

- No, por favor - exclamó imperativamente - El sofá no. Se queda aquí.

Soltaron mal humorados el mueble y, moviéndolo con las rodillas, lo colocaron exactamente en el lugar que estaban las manchas en el suelo que, con el tiempo, había ido dibujando el peso de sus patas.

Lo miró de soslayo, como intentando ignorar a aquel viejo mueble. Tantas historias, tantos recuerdos... En aquel sofá murió Borja con sus 22 años. En aquel sofá tragó el abandono de aquella "mujer bien". Discutió de la vida con quien le ofreció amistad y terminó por pelear por un trozo de razón. Volvió a besar por primera vez una y otra vez. A disfrutar de la niñez, del amor, de la dulzura. Allí había sufrido incomprensión, rechazo, admiración. En aquel sofá, al fin, había vomitado toda su alma cada vez que la vida se le atragantaba, a diario, bulímico de palabras.

Ahora sabía que, tal vez, había sido el espejo dónde una tarde se peinó el dolor alguna vida abandonada, donde se miró los surcos del tiempo algún corazón enamorado, donde la soledad no reflejaba su propia imagen, rebotando al infinito, perdiéndose.

Y mientras lo tapaba con una sábana, como quien tapa un cadaver, lloró.

- No. - dijo en voz baja - No he sabido explicarme.

Apagó la luz de la sala. Cerró la puerta amargamente. Tras ella creyó oír que el mismo sofá lloraba.

Steve