Se sientan en el Sofá

viernes, 30 de mayo de 2008

LA SILLITA


Este mes de Mayo se ha vuelto gris. Parece como si el Otoño hubiera venido de visita y la conversación con la Primavera se estuviera alargando ya demasiado. Marcos pensaba en el fastidio del imprevisto aguacero. Siempre pasaba igual. Todo el día en casa amenazando lluvia, y ahora que se decidia a salir, por fin, a la calle, la amenaza se cumplía.


La gente corria a guarecerse debajo de las balconadas, apiñándose y mirando hacia el cielo, como suplicando a las nubes que no les empaparan, que les dejasen llegar a casa. Al fin y al cabo sólo es agua, nada más que agua. No puede matarte...


Marcos se refugió en una tienda que disfrutaba de la semi oscuridad que le daban las nubes al ocultar el sol. Era una tienda antigua, deslabazada, desordenada; de suelos llenos del yeso que caía de las desconchadas paredes, de olor a rancio, a humedad.


Las estanterías llenas de polvorientos libros, de bloces de usadas hojas escritas por los dos lados, de caligrafías infantiles, de objetos del pasado.


Giró la cabeza a su derecha y la vió. Era exactamente igual a aquella silla que su madre le compró para ir a la escuela por primera vez. Pequeña y baja, con sus plásticos trenzados de color amarillo y blanco formando el asiento. Recordó la sorpresa, lo bonita que le pareció al verla, con sus apenas cinco años; recordó a su madre cogiédolo de la mano para llevarle por primera vez a la escuela; recordó el barro, el perro que ladraba amenazante y al que dijo "tonto" sabiéndose protegido.


Recordó los niños y niñas del parvulario, a los que nadie llamaba párvulos sino "cagones", recordó la primera pelea, la nariz sangrando, la niña que le quiso quitar la silla, la Señora Carmen, la palmeta de la Señora Carmen, el dolor en los nudillos provocado por la palmeta de la Señora Carmen, el orgullo herido, lo pucheros que amenazaban llanto, el sorber las lágrimas...

Oyó de pronto una voz conocida que le asustó.


- "Bienvenido Marcos, ya has llegado" - ni más ni menos que la propia Señora Carmen


Quiso irse. Se dirigió hacia la puerta dónde pudo ver por el cristal el remolino de gente que, pese a la lluvia, se agolpaba entorno a un cuerpo tirado en el asfalto. Un atropello. Pudo ver el rostro de la persona tirada en el suelo y reconocerlo. Reconocerse. Se giró lentamente y volvió a mirar a la anciana maestra que le sonrió con malicia mientras le guiñaba un ojo de arrugado párpado.

Marcos bajó la cabeza. Sabía lo que le esperaba... El mismísimo Infierno.

STEVE

8 comentarios:

Camille Stein dijo...

qué maravilla, amigo

un golpe de timón genial e inesperado, ese final

empieza con un tono evocador y nostálgico y termina de forma magistral... me descubro ante ti

un abrazo

Anónimo dijo...

joop!!!quien lo diria....la mismisa puerta en llama a la que todos le temen ...muy buen realto!
me ha dejado asi......:I
BESINES QUERIDO STEVE!!!!

M@R dijo...

gracias por tus visitas,,,

solo es nada,,,
nada mas,,,

tus letras son hermosas,,,
FELICIDADES,,,

ABRAZOS,,,

p/d: yo de vacaciones,,,

Nanny Ogg (Dolo Espinosa) dijo...

Ole, ole y ole... Sorpresa y sonrisa para acabar el relato. Nunca me había parado a pensarlo pero, sí, hay maestras que, de encontrártelas en el otro lado sería señal inequívoca de que estás en el infierno... ¡Ay, aquellas palmetas! :)

Besos

Anónimo dijo...

He vuelto por un instante a mi infancia, yo tambien llebaba una sillita en mi epoca de parvulario y tambien la llamaban la escuela de los cagones. Bonito recuerdo.
Muy buen relato, el final fantastico.
Un beso

Unknown dijo...

esta claro, que hierba mala....
Un beso.

Mar y ella dijo...

Me gusta sentarme en tu sofa y leer......me gusta..
Mariella

Anónimo dijo...

Espero que Marcos pueda pisar el paraíso.

Por Colombia en mayo tampoco cesó la lluvia.

Te abrazo con afecto!